Reseña para “Lo que me hizo Fernández”
Título: “Lo que me hizo Fernández”
Editorial: Azul Francia
Autor: María Staudenmann
Año 2020
228 páginas
Por Sebastián González.
Cambiar la perspectiva
Lo que me hizo Fernández, de María Staudenmann (Azul Francia, 2020) nos presenta a su personaje principal a través de una anécdota contada por quién, a partir de ese encuentro, se convertirá en algo así como una obsesión. Una obsesión necesaria, o una herramienta necesaria para romper con estructuras de supervivencia, de protección.
La autora logra plasmar un novela para disfrutar a varios niveles, a saber, uno puede quedarse en la superficie de la historia y disfrutar del erotismo narrado de manera exquisita o brutal, según la escena lo necesite (y en los que la elección del ritmo y el lenguaje las hace aún mucho más disfrutables); o puede ir viendo cuánto duele raspar el óxido de esas armaduras que alguna vez fueron parte de la piel y que crearon una falsa sensación de bienestar: “Ahí, en ese mundo sin mucho contacto, protegida de la amenaza del amor, sin besos que demandar ni caricias que perseguir, estaba a salvo”, a lo que se suma un cambio de perspectiva contado de una manera totalmente desprovista de clichés y cuya protagonista exhibe en carne viva en pasajes como este: “Fernández no me ama, solo me ayuda a ser. Empiezo a entender que nunca antes fui feliz”.
También hay para el deleite con las máximas que manejan los personajes principales sobre el mundo literario. Los prejuicios, supuestos requisitos, valoraciones por amiguismos y una sentencia de Lucía Campos que me interesa destacar: “Quiero decir que sin importar cómo sea la vida del que escribe, esa vida a veces quiere escaparse hacia otra vida, que puede ser similar o totalmente distinta, pero siempre es otra. Y esa otra vida hay que entenderla, conquistarla y por fin vivirla a fuerza de pensarla mientras uno hace la cola en el banco o viaja en colectivo o va al supermercado, o mientras uno se tira en paracaídas o hace dedo en una ruta perdida del Chaco o espera que el tío le vaya a pagar la fianza”.
Y a todo esto Staudenmann lo sazona con deliciosos pasajes de un humor áspero que divierte, por momentos incomoda, y en muchos casos genera ambas sensaciones al mismo tiempo.
Fragmento del libro:
Declaro que las palabras son peligrosas. Las escritas, aún más. Son la bomba y sus esquirlas. No hay ecos que se vayan apagando después de la explosión; cada vez que las leemos tienen el mismo poder, son la bomba estallando y las esquirlas incrustándose con idéntica violencia.